"El escritor ante el tedio de no poder crear, y cómo superarlo": Episodio infinito

Por Francisco Bermúdez Guerra

A mi prima Claudette, otra escritora.


"No puedo escribir ni siquiera un cuento" me dije a mí mismo en el año de 1998. Era verdad, había estudiado Derecho, había acabado la carrera, pero no podía escribir ni siquiera un mísero cuento. No era capaz de hacerlo, sabía escribir, sabía leer, pero mi capacidad literaria era limitada, y lo peor de todo: quería ser escritor. A los trece años había leído "Cien años de soledad" de Gabriel García Márquez, un libro impactante por su prosa, por su creatividad, por su originalidad. De cierta forma, leer esa novela me produjo un bien pero también un gran mal, quise imitar a García Márquez pero no era capaz de hacerlo, a mis diecisiete años me fui por las Leyes. La carrera me apasionó, pero, una vocecita oculta me siguió atormentando hasta que la confronté. Lo hice después de estudiar abogacía, pero me encontré decepcionado, porque el "quid literario", el alma literaria no se había apoderado de mí. 

Era un gran lector de literatura, pero no podía producirla. De cierta forma, los escritores descubren su vocación desde muy jóvenes, a mí me gustaba crear desde muy niño pero no había descubierto mi canal de expresión. Sabía que eran las letras, pero no lo descubrí sino hasta muchos años después, cuando ya era adulto. No quería atormentar a nadie con mis penas, con mis limitaciones, con mis dudas, y me embarqué en el peligroso camino de autoaprender, de aprender a ser escritor, de aprender a escribir ficción por mi propia cuenta. 

Primer paso, ¿sobre qué escribir? Si quería llevar a cabo esta actividad lo debía hacer desde un punto de vista lúdico, sobre algo que me gustara, pero allí estaba el primer problema: todo me aburría. ¿Cómo superar el tedio creativo? Durante muchos meses este mal me invadió, y fue el principal obstáculo para que no empezara a escribir ficción más temprano. De pronto, algo milagroso ocurrió; un día observé por la televisión el lanzamiento del transbordador espacial. Decidí escribir una especie de crónica sobre aquello, lo que resultó reconfortante. Sí, era capaz de escribir ficción, porque era capaz de escribir crónica, porque era capaz de narrar. El primer paso se había resuelto, el segundo era un poco más complejo pero estaba ligado al primero. ¿Sobre qué puedo crear? Ya había descubierto que no era incapaz de narrar, ahora debía descubrir si era capaz de crear. Para superar este segundo obstáculo acudí a la mística, al Yoga, no invoqué a ningún dios o algo por el estilo para que vinieran en mi ayuda, para que una musa me invadiera y pudiera escribir. Los Yoga o los yoguis piensan que nosotros somos los creadores de la realidad a través de nuestras mentes y de nuestra atención, por lo tanto, según ellos, no somos simples espectadores de la realidad sino que somos actores activos en el proceso de creación del universo. Cuando miramos la luna no sólo la estamos viendo, sino que también la estamos creando, piensan los Yoguis. ¡Esa era la filosofía que buscaba! Por lo tanto, el simple hecho de escribir "manzana" o "montaña" no sólo registra el término en el papel sino que evoca la imagen en la mente, por lo tanto, está creando una "manzana" y una "montaña" en el mundo de quien lee. El segundo problema se había resuelto. Comencé a escribir cosas simples, pero era yo quien las estaba creando, era mi propio dios de mi propia realidad que adquiría vida propia con sólo evocarlas en el papel a través de la escritura. 

El tercer problema era más complejo. El estilo literario. Ya podía escribir ficción, ya podía animarme a crear, pero ¿qué genero?. Lo intenté con la ciencia ficción, con las historias del oeste, con las historias de jóvenes, etc. En este punto vino a mi vida milagrosamente un artículo de Ricardo Silva Romero en la revista Gatopardo sobre el escritor J.D Salinger. El artículo de Silva Romero describía rápidamente la vida del autor de "El guardíán entre el centeno", un escritor de culto autoretirado a su casa de New Hampshire. La curiosidad me llevó a leer esa novela, y ¡Sas¡ Cuando la leí quedé anonadado. A García Márquez le había sucedido algo similar con Kafka, ya que "La metamorfosis" le llevó a abrir horizontes creativos. En mi caso, Salinger fue mi Kafka. "El guardián entre el centeno" no tiene género, no es una novela juvenil, ni infantil, ni policíaca, ni de aventuras, ni de amor. Es una novela cotidiana extraña. Y desde allí me afilié al género de lo "cotidiano extraño". Salinger se convirtió en mi maestro literario a larga distancia, y sin conocerlo, de hecho él murió en el año 2010, meses antes del deceso de mi madre. 

Cuarto problema. Ya podía escribir ficción, ya podía crear, ya tenía el género. Ya podía escribir cuentos. Pero quería escribir novelas. Después de crear varias narraciones cortas, y de escribir posts para mis blogs de Derecho, Historia, Filantropía, Cine, Literatura, etc, me embarqué en la aventura de escribir una novela. Ya lo había intentado, pero había sido infructuosamente, la tarea era quijotesca. Pensé que era un escritor de cuentos cortos, tal como muchos describían a Salinger - mi mentor a larga distancia-, me sentí decepcionado, quería crear un mundo extenso, más extenso del que tenían mis cuentos pero la cosa no daba para más. Decidí avocar el sistema de Alvaro Mutis, el que utiliza este escritor para inventar sus narraciones: la escritura espontánea, sin embargo, ese sistema ya lo había intentado pero había fracasado. Pensé que tal vez la solución estaría en tener un tema genérico y a partir de allí ir desarrollando la acción. El 29 de abril de 2011 empecé a escribir "La dignidad de los soldados del tiempo dorado" utlizando esa técnica. Tenía el tema, pero no tenía la trama totalmente desarrollada en mi cabeza -que es una técnica diferente a la utilizada por García Márquez, quien no improvisa sus historias-, y así escribí mi primera novela. La segunda novela vino más depurada, y después de haber pasado por la experiencia de la primera. "Venus sonríe como tú" es una historia de amor, pero que realmente no tiene género, "La dignidad de los soldados del tiempo dorado" es sobre misterio pero tampoco tiene género. 

Otros problemas se le presentan al escritor en el proceso infinito de crear, otros retos que debe resolver en su camino literario, pero esos otros problemas los desarrollaré en otro escrito, cuando los haya superado.

Foto: Cortesía de Adriana Camacho.         

2 comentarios:

Fútbol y Lágrimas dijo...

Creo que a todos los que nos gusta escribir nos pasa lo que a ti. A mi personalmente me pasa que nunca me encuentro contenta con lo que escribo, cuando tenía como trece años escribí un cuento y lo descarté, pero luego mi mamá lo encontró y lo envío a un concurso regional y gané el segundo puesto.

De ahí en adelante sigue pasandome lo mismo, escribo novelas, cuentos, crónicas y siempre quedan archivadas porque ninguna me hace sentir plena. Es cuestión de que llegue esa inspiración que te satisfaga, muchos dicen que esa inspiración les llega mucho tiempo después de empezar a buscarla!

Saludos.

http://lucescamaraaccionblg.blogspot.com/

FranciscoB dijo...

María del Mar: Gracias por el comentario. Eso nos pasa a todos los que escribimos; nunca estamos contentos del todo, sin embargo, lo importante es gozar del proceso de escritura de manera independiente al resultado, si no uno se vuelve loco. Saludos.